lunes, abril 14, 2014

Entre sombras.

Tomada de la red
















Sigiloso entre las sombras como un perfecto asesino
se oculta sin miedo y sin razón un corazón sin destino,
con la vida perdida por no saber dirigir el amor
dejando de lado la  lucha y sin ningún tipo de calor.

Busca incansablemente encontrar a su prisión
aquella que le permita volver a sus cabales sin
lograr aquietar a sus demonios sin razón,
dejando de lado como podría poner a todo  fin.

Pero la verdad se le niega, aun en las sombras
no puede observar quien podría ser su captora,
aquella que tenga un corazón sin manchas,
solo aquella que tenga esa vida aquí y ahora.

Quizá no ha buscado en el lugar adecuado
no entre sombras ni entre callejones, como el
siempre ha buscado rasgándose poco a poco la piel,
dejando en cada lugar un rastro minado.

Entre sombras como un perfecto asesino,
asi me encuentro, sin ningún  corazón captor
que detenga este impulso que me puso el destino,
que logre detenerme y me muestre su calor.



JCM,J.

domingo, abril 13, 2014

historias de Luna Llena... Al sonido de los tambores III

Tomada de la red
Todo estaba ya dispuesto para la lucha, cada uno de los contrincantes estaban ya listos; los escudos, lanzas y cuchillos fueron puestos en las manos de cada uno, el final era simple: el ganador tendría la esposa, y el otro moriría o simplemente sería expulsado de la aldea por considerarlo indigno de pertenecer a la aldea guerrera, sin honor y considerado cobarde por no morir en el duelo.
El sonido de los tambores cambio drásticamente de un ambiente de festejo a uno de confrontación y de suspenso, el ambiente se cargó de la excitación de los presentes; nadie reparo en la mujer que acompañaba al retador, aquella mujer de extraño brillo en la túnica y de ojos como el  cielo, quien permanecía a la expectativa de los sucesos que se llevaban a cabo.
Los aldeanos no podían adivinar quién sería el perdedor, los dos guerreros eran muy fuertes;  cada uno de ellos mostraba la seguridad en el arte de la guerra, bravos combatientes que sabían manejar sus armas, se miraron del uno al otro con la fiereza de las tribus zulú, dispuestos a dar la vida por lo que ellos querían; todo estaba listo, los contendientes solo esperaron la orden del patriarca para iniciar el combate.
El patriarca pensaba en las posibles repercusiones que tendría esta lucha, para con los ´pueblos las variantes eran pocas y se resumían en dos acciones: una si el guerrero de la tribu vecina todo seguiría en paz, si por el contrario ganaba Thulani; la reacción de la aldea podría ser la  chispa que prenda un nuevo conflicto entre ellos, por eso dudaba en avalar la confrontación.
“Madre  Innyanga, ayúdame a tomar esta decisión pero poder mantener la paz entre estos dos pueblos” al escuchar esto la mujer solo atino a sonreír y caminar en dirección al jefe de la tribu, pero se detuvo un poco antes para observar a los dos contendientes, y reparo en la mujer en disputa, hasta ahora nadie había reparado en ella, Mbali solo observaba con temor el desarrollo del acontecimiento y su mente era un caos, no atinaba a coordinar ideas, pero algo estaba fijo en su mente era que Thulani era el amor de su vida, que si el perdía y moría, ella moriría con él.
Todo esto era de alguna manera observado por Innyanga; quien como madre de todos, no podía más que conmoverse de la fidelidad de ambas almas, recibía también las suplicas de cada uno de los protagonistas de esta situación, necesitaba tomar una decisión, ayudar o dejar que fuera el destino de cada uno el que se cumpliera; aun pensando en eso se le acerco una anciana harapienta que de inmediato le hablo por su nombre, sorprendida por el hecho de que esa mujer le conociera y más aún supiera que era ella le escucho su plática.
“Madre  Innyanga, apelo a tu amor de madre de todos nosotros para evitar que esto no resulte en una guerra cruel entre tus propios hijos, ya estamos las mujeres cansadas de perder no solo a nuestros marido sino también a nuestros vástagos,” fueron la palabras de súplica de aquella anciana que había perdido su compañero de vida y su primogénito en esas batallas cruentas entre las aldeas.
“los ruegos de todos ustedes han sido escuchados por mí;” conmovida Innyanga, por las palabras de la anciana, asegurando que esta noche no permitiría una nueva confrontación entre pueblo hermanos; en esos momentos el patriarca daba la orden de iniciar el combate de los guerreros, iniciándose una feroz lucha que al ruido de los tambores sonaba terrorífica para ella; de repente la luna en el cielo se empezó a teñir de rojo, como si al iniciar la batalla se sonrojara de vergüenza.
Todo el mundo guardo silencio, los tambores dejaron de sonar y los combatientes se detuvieron al observar una sombra roja a sus pies; en eso se escuchó el grito de una mujer pidiendo se detuvieran y dejaran las armas entre hermanos, hasta entonces repararon en la mujer que acompañaba a una anciana harapienta; esa mujer hablo con voz fuerte, como habla una madre a sus hijos cuando cometen un error y que puede acarrear consecuencias fatales.
“pueblos míos, les habla su madre Innyanga, he venido a poner orden entre ustedes, dejemos de pelear entre hermanos de raza y de sangre, permitamos que el amor de estos jóvenes sea ensalzado, y que nuestras aldeas se olviden de rencillas que aun yo no recuerdo;” todos al escuchar las palabras de quien hablaba se pusieron de rodillas, incluso el patriarca estaba pálido de la impresión y solo atino a inclinar la cabeza con humildad para quien era la madre de todos los pueblos Zulús.
Camino rumbo al centro de la aldea, donde los dos guerreros yacían postrados en señal de respeto a quien le hablaba, llamo a Thulani y al joven contendiente de este; “hijos dejen las armas y sean hermanos, toma a tu mujer y vive en paz,” fueron las palabras dirigidas a Thulani, “tu noble guerrero, confió que podrás dirigir a tu pueblo con sabiduría y la valentía que ha mostrado en este momento tienes mi bendición desde hoy; tendrás a una buena esposa y a un gran aliado en este pueblo.”
Nadie atino a contradecir los designios de alguien con tanta divinidad, solo asintieron con la cabeza, cada uno guardo en su mente y corazón las palabras de Innyanga, uno a uno se pusieron de pie cuando escucharon las últimas palabras de ella, una luz blanca ilumino la aldea, la luna volvía a su color natural, todos voltearon al cielo para ver a su diosa, cuando regresaron la vista al centro de la aldea solo se encontraban los dos guerreros de rodillas.
A partir de esa fecha las dos aldeas convivieron en armonía cada uno con su líder, tan sabio uno como el otro,  sin poner en entredicho la paz implantada por el ser que no solo bajo a la tierra sino que les dejo su mensaje de paz y sobre todo les reafirmo su amor de madre amorosa.
Y todo esto sucedió en una noche de luna llena y al sonar de los tambores.



domingo, abril 06, 2014

Historias de Luna Llena... Al sonido de los tambores II

Esas palabras resonaron como un murmullo en los oídos de Thulani, como el susurro de una madre a su hijo; la primera pregunta que se hizo el joven fue: ¿Quién es esta mujer que incluso sabe mi nombre? Leyéndole la mente la mujer contesto, “se tu sufrir, que amas a la mujer que esta por casarse en estos momentos, que por ella te atreviste a violar un camino considerado sagrado por tu pueblo, en pro de lo que consideras justo para ti; pero te puedo preguntar: ¿Crees que es justo para tu pueblo?”
La pregunta resonó nuevamente en el cerebro de Thulani, quien no atinaba a reaccionar si no fuera intentar correr para llegar a la ceremonia e impedir la unión, en eso la mano de la mujer le detuvo impidiendo el andar; el agarre era firme y con la fuerza necesaria para detener a un joven fuerte e impetuoso, el ruido de los tambores empezaba de nuevo signo inequívoco de que la ceremonia seguía su curso normal.
“Déjame no me hagas perder el tiempo con preguntas que no tienen razón, además el pueblo poco sabe del amor de ella y mío, menos tu mujer; apártate de mi camino,” sin embargo no fue soltado al contrario lo sujetaron con mayor fuerza, a punto de la locura Thulani logró zafarse y mirar a quien le impedía el paso, logro ver el rostro de la dama, no era una mujer del pueblo puesto que su cara emanaba un brillo especial, en ese momento noto que la luna estaba oculta por una nube, y no era un reflejo en la ropa sino que el brillo era parte del cuerpo.
La mujer entonces le dijo su nombre: “me llaman Innyanga” al oir esto no pudo más que sentir un escalofrió que le recorría la espalda, nada más y nada menos que la madre de sus dioses en persona, la diosa hecha mujer ante él y preguntando por su amor, no supo que hacer, y cayo de rodillas ante ella, pidiendo perdón por violar las reglas de la aldea; pero era necesario para poder impedir la boda que le arrebataba al amor de su vida, “escuche los ruegos tuyos y de ella pidiendo mi ayuda, y aquí estoy; no eres como los demás de tu aldea tienes la determinación incluso de hacer algo tabú: caminar la calzada de los muertos.”
Le explico la razón de su presencia en ese momento y de alguna manera se conmovió por las suplicas de sus hijos terrenales, ahora ella estaba ahí para ayudarlo y sobre todo hacer valer el amor de ambos, aunque ello significara que siguieran las riñas entre los pueblos; Thulani no espero más y se puso de pie para continuar con su camino, y llegar a impedir la boda, pero una vez más Innyanga lo detuvo, “necesitas llegar con un plan trazado, porque los aldeanos serán capaces de no hacer valer la ley.”
Innyanga camino a su lado trazando un plan para poder llegar hasta el centro de la aldea, el andar de la Diosa Luna era tranquilo pero ágil, demostraba una seguridad etérea, sus pasos eran apenas percibidos al caminar, pareciera como si flotara, pero la sombra proyectada daba cuenta de sus pasos, una vez que llegaron a la aldea le dijo que debía gritar la consigna para retar a duelo al futuro esposo; esto para invocar la  ley que le permitiera luchar por su amada, ella se encargaría de hacer valido el reto y evitar en lo posible la confrontación de los pueblos.
El paso de ambos era ligero, casi estaban por llegar al lugar de la ceremonia, entonces Thulani con la confianza de la madre de sus dioses, apresuro un poco más el paso, llegando al centro de aldea casi corriendo, y lanzando un grito lo suficientemente fuerte para que cada uno de los asistentes lo escucharan; todos asombrados voltearon hacia la calle que solo servía para ir al cementerio.
Al escuchar el grito el patriarca se levantó de nuevo de su trono, exclamando: “¿Quién ha interrumpido la ceremonia con semejante grito?” respondiendo Thulani de inmediato haciendo eco en la ley de poder desafiar al contrayente a un duelo a muerte por la mujer que se desposaría, más si el matrimonio era arreglado entre familias o entre pueblos, como era el caso de Mbali y el joven aldeano hijo del líder de la aldea vecina.
“¡Exijo mi derecho a luchar por la mujer que amo!” fue la expresión del joven Thulani, todos los asistentes empezaron a murmurar, sabían de antemano que era una lucha pareja, puesto que el hijo del líder de la aldea era un hombre muy fuerte y muy diestro en la pelea, por su parte Thulani era considerado el mejor guerrero de su tribu, por su arrojo y valor, incluso llegando a pelear con animales feroces.

Los habitantes del pueblo vecino empezaron a gritar que todo era un teatro para no desposar a los jóvenes, así como evitar la unión de los pueblos; la voz de patriarca sonó lo más fuerte que pudo, tratando de conciliar entre ambas facciones que empezaron a lanzarse improperios unos a otros, “calma queridos hermanos, esto es algo que no esperábamos pero por la tradición debemos cumplir con la ley, puesto que nuestra madre  nos castigaría si no cumplimos.”