Todo hacía ver que era consciente de la audacia de
dejarle el cuerpo a la policía en una calle tan transitada, el juego se hacía
de acuerdo a las líneas del asesino; el detective Guerrero estaba furíco, no
comprendía como podía desenmarañar el
trabuco que tenía en las manos, solo le quedaba esperar los resultados
de la autopsia y esperar un error del criminal; lo que a veces se antojaba
imposible, pero sabía que cualquier persona por metódica y cuidadosa podía
cometer un error por muy insignificante podía aclarar algo el panorama.
El médico legista, al hacer
una inspección ocular preliminar, empezó a grabar sus anotaciones, encontró
algo curioso en el piso sobre un excremento de perro se encontraba una huella,
le pidió a un perito que le tomara la foto y revisara los zapatos del cadáver
para ver si coincidían, resultando negativo, era el calzado de asesino al
parecer una bota; continuo revisando el área y buscando algunos aspectos que le
sirvieran de avanzada.
El impacto era el mismo:
certero al corazón, sin ninguna marca de quemadura causada por la pólvora, al parecer el modus operandi era el
mismo, la distancia era similar al parecer, pero ahora no tenían referencia,
pero la manera de trabajar era la misma., así que por lógica los parámetros eran iguales, al
revisar las pertenencias se encontró
una credencial de elector, una
licencia de conducir.
Además en el bolsillo del saco
se encontró unos lentes en su estuche, al revisar los vidrios de estos, se
encontró una huella dactilar casi completa, lo que hacía pensar que no era del
cadáver, se guardó cuidadosamente para cotejar si en el nuevo sistema
informático de huellas se encontraba quien podía ser el asesino, si coincidía
se avanzada sustancialmente rumbo al criminal, pero si no se encontraba en el
sistema era buscar una aguja en una pajar.
¡Una huella! Era un descubrimiento
colosal para la policía, podía abrigar esperanzas de descubrir quien podía ser
“el asesino de la llamada” pero no sería tan fácil, si realmente la había
dejado por error o a propósito para seguir el juego en el que el llevaba la
batuta; eso era que podría ser, el escenario era distinto: no era en el
domicilio de la persona asesinada, tuvo que hacerlo en algún lugar distinto;
podría ser incluso al casa del criminal o en la calle.
Hacía falta conocer el
resultado toxicológico de la autopsia, verificar si aún la sustancia que
ocupaba era la misma: una derivación del famoso curare brasileño, que
paralizaba a la persona y la novedad era que se desvanecía en el torrente
sanguíneo; esto era algo nuevo, para los químicos peritos una sustancia extraña
y que funciona muy bien y al parecer rápido.
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