El crimen había sido consumado, el cadáver se encontraba en
el pleno de la sala, solo se observaba un orificio en el pecho, la sangre al
escapar del cuerpo había formado un charco que
lo rodeaba; quien descubrió el asesinato fue el detective Rodrigo
Guerrero, al atender un llamado anónimo, en el que relataban que un hombre
había sido ultimado en la sala de su mansión.
No era el primer caso que se reportaba de esta manera, con
este caso eran cinco los asesinatos cometidos con el mismo modus operandi y la
misma llamada, siempre de un teléfono público; esto ya salía de los delitos
comunes y todo apuntaba a un asesino en serie, alguien que de alguna manera
gustaba de dar a conocer sus hazañas; no solo a la policía llamaba sino también
a algún medio de comunicación para dar a conocer al “asesino de la llamada”.
Los casos eran similares: hombres todos ellos siendo
asesinados con un tiro perfecto en el pecho, hecho a la misma distancia para
evitar el quemado de la ropa, siendo la bala extraída con sumo cuidado para no
dejar marca del tipo de proyectil y calibre; además de las llamadas a la
policía y a los medios, los cuales terminaron nombrándolo “el asesino de la llamada” la notoriedad de
este misterioso asesino era ya muy grande y se manejaban diversos perfiles de
quien era este personaje.
El gobierno estaba
desesperado por no contar con pistas suficientes para dar con el asesino, no
había una pista que pudiera dar certeza de como seleccionaba a sus víctimas;
cada una de ellas era distinta entre sí: el primero fue un ejecutivo en ascenso, el segundo un simple empleado de gobierno de mediano estatus, el
tercero era un guardia de seguridad privada, el cuarto era un médico y el
ultimo un hombre que recientemente había ganado una fortuna en la lotería.
¿Qué era lo que estos hombres habían hecho para ser
marcados por la muerte? Era la pregunta que se hacia el detective Guerrero, era
buscar una aguja en un pajar, ¿por dónde empezar? ¿Cómo adivinar el motivo de
los asesinatos? Todo era confuso incluso no había una conexión aparente de cada
uno de los asesinados.
Para el Detective Guerrero, todo estaba tan enredado como
el famoso nudo gordiano, aquel que logro romper Alejandro Magno; sin embargo no podía una espada en esta
ocasión romper este nudo, el trabajo seria arduo y tenía el tiempo contado para
evitar el siguiente asesinato.
Cada detalle había sido minuciosamente observado, en cada
escena del crimen con lujo de detalle y con la tecnología más avanzada se
buscaban huellas indicios fibras y posibles muestras de ADN, pero era inútil, el
asesino o asesina era muy meticuloso y no dejaba ninguna pista al menos en
estos crímenes; esto tenía en constante presión a la policía nacional y no se
diga cómo estaban los altos mandos.
Los expedientes de estos crímenes estaban en un escritorio
de la oficina de la procuraduría nacional, específicamente en el de Guerrero;
cada uno del grueso de una pila de libros, revisados una y otra vez sin
encontrar algún detalle de que pudo
haber sido el motivo de tan certeros crímenes, algo que tenían claro era que
este asesino poseía una habilidad y un exagerado sentido de la limpieza y de no
dejar huellas.
Después de leer muchas veces los expedientes y cansado de
estar en el escritorio, salió a tomar aire a la terraza, buscando una
iluminación o cuando menos una idea de que era lo que pasaba, en eso sonó el teléfono
de su escritorio estando solo se escuchaba claramente hasta la terraza; corrió a
contestar y escucho una voz distorsionada que le hablaba de manera familiar por
su apellido: “detective Guerrero un placer hablar con usted, sé que es el
encargado del caso del “asesino de la llamada” mi caso quiero decir, a usted tendré que reportar mi siguientes
casos.”
La cara del detective era de sorpresa y a la vez de
espanto, como era posible que este asesino obtuviera información de quien
estaba llevando el caso, además tenía la audacia de llamarle a las mismas
oficinas de la procuraduría, retando a la justicia y a la vez dando a entender
la seguridad de no ser atrapado; al menos por ahora.
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