domingo, junio 29, 2014

El asesino de la llamada IV

El departamento era un completo caos, los papeles se encontraban en todos lados el escritorio era una maraña entre papeles de periódicos y revistas de nota roja, cada una de ellas hablaba de  “el asesino de la llamada” cada una narrando con algunas exageraciones y datos que no tenían fundamento: que es criminal era un fanático religioso, que sus crímenes eran rituales.
Todo esto causaba risa al asesino, no era lo que los medios sospechaban, la razón de los crímenes era más sencilla: tan sencilla como una simple venganza, era solo eso una simple venganza.
En un marco enclavado en la pared, se podía observar una fotografía  de una graduación de la secundaria, marcada con algunos círculos  y tachados algunos rostros, y otro cuadro con fotos de compañeros de bachillerato igualmente marcados uno ya con una tachadura en el rostro, indicando los que habían sufrido ya la cruel venganza, y otros en espera de sufrirla.
En total eran 15 las personas marcadas en ambos cuadros, compañeros de nuestro asesino, de las  dos etapas, la relación tenía sentido en el aspecto que aparentemente no se conocían, era falsa algunos de los asesinados se perdieron la pista desde que terminaron esa etapa, y no volvieron a coincidir en la vida, solo ahora que fueron eliminados por él.
Además de las fotos de graduación en las paredes se encontraban los distintos diplomas de aprovechamiento, tanto del colegio militar como de algunos diplomados cursados en su instrucción militar, junto a sus títulos de médico militar y de tirador designado (Como se les llama a los  francotiradores en el ejército americano) y diversos reconocimientos a su ardua labor como oficial del ejército.
Así se encontraba el departamento de Jonás  el exintegrante del ejército, que mantenía fresco los momentos en que fue duramente martirizado, recordaba cada una de las burlas y de los actos en su contra cada detalle de estas las podía sentir de nuevo en su piel y en su mente se revelaban cada una de las caras de sus agresores, y de las mujeres que fueron participes de todo lo malo que le paso.
Planeo la venganza desde que de alguna manera en el activo (como llaman los militares a la acción de servir a la patria), detono de nuevo ese recuerdo, fue quizá el hecho de evitar que a un elemento a su cargo sufriera un acoso similar a lo que él vivió de joven y que reavivo el sentimiento de venganza que siempre tuvo desde que sufrió ese martirio.
Siempre deseo desquitarse de ellos, pero no  podía hacerlo puesto que de niño era algo debilucho, y en el bachillerato fue agredido por varios a la vez,  al ingresar a las fuerzas armadas, logro mantener a raya ese sentimiento, volcándose a ayudar mediante sus conocimientos a otras personas, y tratar de no ser como fueron con él y ser un mando leal y justo en sus decisiones.
Pero todo esto se fue a la basura cuando descubrió que varios de sus oficiales humillaban a un elemento nuevo que recién había ingresado a las fuerzas armadas,  la humillación consistía en hacer que el elemento se inclinara y les besara los pies  y recibir la orina de ellos; que se encontraban desnudos  y con la intención de sodomizarlo para hacerle ver quiénes eran ellos.
Al observar ese cuadro no pudo más su mente y recordó los momentos en los que fue objeto de trato similar sacando su arma de cargo mato a dos de los elementos e hirió a dos de ello dándoles en los testículos, entregándose a la justicia militar para que resolviera el caso y el porqué de su actuación.
El juicio militar resulto de alguna manera frustrante para el capitán  Jonás, ya que uno de los oficiales era alguien con influencia en los mandos del ejército,  lo que permitió darle largas a todo el proceso, que cada versión trataron de echarla abajo, pero se mantuvo firme en su declaración lo que permitió que a pesar de la fuerza del padre del oficial se logró un veredicto favorable a él, otorgando una pequeña pena administrativa y que le quitaran su grado a este teniente.
Todo el proceso fue también un detonante de la sed de venganza puesto que al denunciar los hechos a las autoridades de su escuela estos minimizaron los hechos, por la intercesión de los padres de sus agresores que evitaron a toda costa que sus hijos tuvieran un castigo justo, de acuerdo a sus acciones.
Todavía recordaba las palabras del juez militar que decía que las acciones eran deplorables para el ejército, pero que los actores habían pagado con creces lo hecho; dictaba sentencia a los agresores, pero también a el capitán que hizo justicia por propia mano; ignorando los procedimientos para la denuncia de los implicados en el crimen: a todo esto el solo repetía las palabras “se lo merecían, se lo merecían” al recordar lo vivido en carne propia.



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