El departamento era un
completo caos, los papeles se encontraban en todos lados el escritorio era una
maraña entre papeles de periódicos y revistas de nota roja, cada una de ellas
hablaba de “el asesino de la llamada”
cada una narrando con algunas exageraciones y datos que no tenían fundamento:
que es criminal era un fanático religioso, que sus crímenes eran rituales.
Todo esto causaba risa al
asesino, no era lo que los medios sospechaban, la razón de los crímenes era más
sencilla: tan sencilla como una simple venganza, era solo eso una simple
venganza.
En un marco enclavado en la
pared, se podía observar una fotografía de una graduación de la secundaria, marcada
con algunos círculos y tachados algunos
rostros, y otro cuadro con fotos de compañeros de bachillerato igualmente
marcados uno ya con una tachadura en el rostro, indicando los que habían sufrido
ya la cruel venganza, y otros en espera de sufrirla.
En total eran 15 las personas
marcadas en ambos cuadros, compañeros de nuestro asesino, de las dos etapas, la relación tenía sentido en el
aspecto que aparentemente no se conocían, era falsa algunos de los asesinados
se perdieron la pista desde que terminaron esa etapa, y no volvieron a
coincidir en la vida, solo ahora que fueron eliminados por él.
Además de las fotos de
graduación en las paredes se encontraban los distintos diplomas de aprovechamiento,
tanto del colegio militar como de algunos diplomados cursados en su instrucción
militar, junto a sus títulos de médico militar y de tirador designado (Como se
les llama a los francotiradores en el ejército
americano) y diversos reconocimientos a su ardua labor como oficial del ejército.
Así se encontraba el
departamento de Jonás el exintegrante
del ejército, que mantenía fresco los momentos en que fue duramente
martirizado, recordaba cada una de las burlas y de los actos en su contra cada
detalle de estas las podía sentir de nuevo en su piel y en su mente se
revelaban cada una de las caras de sus agresores, y de las mujeres que fueron
participes de todo lo malo que le paso.
Planeo la venganza desde que de
alguna manera en el activo (como llaman los militares a la acción de servir a
la patria), detono de nuevo ese recuerdo, fue quizá el hecho de evitar que a un
elemento a su cargo sufriera un acoso similar a lo que él vivió de joven y que
reavivo el sentimiento de venganza que siempre tuvo desde que sufrió ese
martirio.
Siempre deseo desquitarse de
ellos, pero no podía hacerlo puesto que
de niño era algo debilucho, y en el bachillerato fue agredido por varios a la
vez, al ingresar a las fuerzas armadas,
logro mantener a raya ese sentimiento, volcándose a ayudar mediante sus
conocimientos a otras personas, y tratar de no ser como fueron con él y ser un
mando leal y justo en sus decisiones.
Pero todo esto se fue a la
basura cuando descubrió que varios de sus oficiales humillaban a un elemento
nuevo que recién había ingresado a las fuerzas armadas, la humillación consistía en hacer que el
elemento se inclinara y les besara los pies
y recibir la orina de ellos; que se encontraban desnudos y con la intención de sodomizarlo para
hacerle ver quiénes eran ellos.
Al observar ese cuadro no pudo
más su mente y recordó los momentos en los que fue objeto de trato similar
sacando su arma de cargo mato a dos de los elementos e hirió a dos de ello dándoles
en los testículos, entregándose a la justicia militar para que resolviera el
caso y el porqué de su actuación.
El juicio militar resulto de
alguna manera frustrante para el capitán Jonás, ya que uno de los oficiales era alguien
con influencia en los mandos del ejército, lo que permitió darle largas a todo el
proceso, que cada versión trataron de echarla abajo, pero se mantuvo firme en
su declaración lo que permitió que a pesar de la fuerza del padre del oficial
se logró un veredicto favorable a él, otorgando una pequeña pena administrativa
y que le quitaran su grado a este teniente.
Todo el proceso fue también un
detonante de la sed de venganza puesto que al denunciar los hechos a las
autoridades de su escuela estos minimizaron los hechos, por la intercesión de
los padres de sus agresores que evitaron a toda costa que sus hijos tuvieran un
castigo justo, de acuerdo a sus acciones.
Todavía recordaba las palabras
del juez militar que decía que las acciones eran deplorables para el ejército,
pero que los actores habían pagado con creces lo hecho; dictaba sentencia a los
agresores, pero también a el capitán que hizo justicia por propia mano;
ignorando los procedimientos para la denuncia de los implicados en el crimen: a
todo esto el solo repetía las palabras “se lo merecían, se lo merecían” al
recordar lo vivido en carne propia.
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