Al sonido de los tambores.
Tomada del la red |
La luna llena era el testigo
de honor de aquella ceremonia realizada en medio de la selva; el sonido de los
tambores era lo que rompía el denso silencio de la noche, los danzantes estaba
eufóricos, la ceremonia estaba por alcanzar el clímax puesto que el patriarca
estaba poniéndose de pie, para realizar el momento cumbre de todo esto.
Arrodillados frente al
patriarca se encontraban dos jóvenes que se disponían a unir sus vidas en
matrimonio de acuerdo a las reglas tribales existentes en esa aldea,
necesitaban recibir la bendición del líder, así como los parabienes de las
familias, la ceremonia debía realizarse en la noche de luna llena para recibir
la luz de la madre de sus dioses y le auguren una vida plena de virtudes como
esposos.
Mientras los tambores seguían su rítmico “tam,
tam” aunado a los gritos de los danzantes, Mbali, la novia rezaba porque este
sentimiento de culpa de no amar realmente su prometido, sino estar enamorada de
otra persona, una que no convenía a los intereses de la tribu, más que una boda
por amor era una boda política más que
por amor; ella entrego su corazón y su vida a un hombre que no tenía nada que
ver con el que estaba a su lado para la ceremonia.
Mientras la ceremonia se
llevaba a cabo, una sombra observaba a lo lejos con el sentimiento a flor de
piel; odio, tristeza y rabia, se conjugaban para tratar de impedir esa
ceremonia, era Thulani, un hombre del pueblo que se enamoró de la nieta del
patriarca y que interfería en los planes de los lideres para poder unir a dos
tribus que por generaciones habían
estado en conflictos y ahora esto permitiría acabar con toda la historia de
rencillas y enfrentamientos.
Silencioso como lo decía su
nombre en lengua Zulú, Thulani esperaba algún movimiento que le permitiera poder
oponerse a la boda; siguiendo la tradición
de sus antepasados, él podía retar a una pelea a muerte por la mujer que
este próxima a casarse, si el futuro marido no aceptaba el reto, lo esperaba de todos modos la muerte, puesto que
por ser un pueblo de origen guerrero no se podía defender al pueblo si no podía
defender siquiera a su esposa, consiente aparte de su situación podrían poner a
algún otro guerrero para poder defender a su mujer.
Todo estaba dispuesto ya para
la ceremonia, todos los preparativos se habían llevado a cabo de manera puntual
por parte del sequito del patriarca, hombre sabio de la tribu, que además era
quien de alguna manera manejaba las artes adivinatorias, siendo el chamán
responsable de la ceremonia, de alguna manera él sabía que la boda no sería lo
tranquila que esperaba, puesto que sabía de los amoríos de Mbali y de Thulani,
pero por la misma situación de la boda no pudo oponerse, puesto que su
principal objetivo era terminar con la lucha de sus pueblos, agotados por las
constantes disputas de terrenos de labor y de caza.
Mientras esto pensaba el
patriarca observaba a los concurrentes a la ceremonia, todos ellos miembros de
las tribus, esperando cumplir cada uno su papel dentro de este evento; los
tambores resonaban cada vez con mayor fuerza los danzantes frenéticos, movían el
cuerpo al ritmo cada uno de ellos representaba a los elementos y a sus dioses
como si estos estuvieran en sus cuerpos,
cada uno tenía su labor especifica.
El grito del patriarca hizo que
la música se detuviera y pusieran atención en
las palabras que sería pronunciadas para dar inicio a la boda tribal: “la
luna, nuestra madre nos acompaña en esta ocasión, hermanos para que sea testigo
como nosotros de la unión no solo es estos jóvenes, sino de nuestros pueblos que
durante años han estado en guerra, pero ahora nos unirá no solo en armonía, con
la consumación de la unión.”
Thulani al empezar a escuchar
la predica del patriarca bajo rápidamente del lugar donde se encontraba,
necesitaba llegar en el momento justo para poder lanzar su reto; no contaba con
la previsión del patriarca que aposto a hombres armados para evitar que llegara
al centro de la aldea, inmediatamente le cortaron el paso, intento esquivarlos pero
fue imposible fue repelido y empujado hacia afuera de la aldea.
Las esperanzas de este hombre
enamorado no se esfumaban, solo tenía una opción y no la desaprovecharía, era
un recurso peligroso pero necesario, entrar por la única zona que no permanecía
vigilada, la calzada que daba al cementerio, respetuosos de sus tradiciones esa
calle no era vigilada puesto que solo la transitaban para ir a rendir honores a
sus muertos y llevarlos al descanso eterno.
Aun con miedo y pensando en
las posibles consecuencias de que este sacrilegio le podía acarrear se dispuso
a rodear la aldea, para llegar al cementerio y de ahí caminar rápidamente a la aldea y evitar el matrimonio de su amada;
al llegar a la calle se encontró con una mujer vestida de manera festiva, pero
con el pelo cubriéndole el rostro, la luz de la luna se reflejaba en la ropa
blanca de la mujer, dándole un aspectos fantasmagórico, “a donde te diriges
Thulani: ¿vas a tu vida o a tu muerte?” fueron las palabras que la mujer expreso
al momento de acercarse el joven.